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Los Godellos de Godeval se atreven con carnes y postres

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Los Godellos de Godeval se atreven con carnes y postres

La bodega sorprende mediante un encuentro gastronómico con la cocina de montaña para demostrar que los vinos de Godello maridan con algo más que marisco y pescado

bodegas GODEVAL
bodegas GODEVAL

Si hay un adjetivo que describe a Godeval es el de valiente. En esta ocasión, la empresa no era menos. La bodega de Valdeorras pretendía demostrar la increíble capacidad de sus Godellos para armonizar con platos, elaborados por el Hotel El Ciervo, con productos de montaña como las setas, el cerdo celta, el queso de O Cebreiro, el bacalao y diversos postres. El resultado: una noche en la que se derrumbaron mitos, se descubrieron nuevos contrastes y en la que Godeval Clásico y Godeval Cepas Vellas, una vez más, cosecharon un rotundo éxito.

La cita, una gran cena que tuvo lugar el pasado 19 de noviembre en uno de los salones del Hotel El Ciervo, situado en la localidad de Xares, en la zona de A Veiga, dentro de la comarca de Valdeorras. Los invitados, amantes del vino. Los anfitriones, Araceli Fernández del Palacio, directora general de Godeval, y Carlos Parra, jefe de cocina del hotel. Se trata de la primera colaboración entre ambas empresas, por lo que el acto fue de gran utilidad para observar las reacciones de los comensales, que tuvieron la oportunidad de descubrir sensaciones diversas al degustar los dos vinos frente a un mismo plato.

“Un vino no es, está en todo momento”

Al comenzar, Araceli Fernández recordó a los asistentes que un vino, como ser vivo que es, evoluciona constantemente y, en el instante de la cata, aporta una exclusividad que no ofrecen otros productos. “Como dice Horacio Fernández Presa, fundador de la bodega y responsable de la recuperación de la variedad Godello en la comarca, ‘un vino no es, está en todo momento’, influyendo el cómo, dónde, con qué y  con quién lo tomes. Ese momento es sólo nuestro, nadie tiene la oportunidad de robárnoslo”.

Con este bello prólogo comenzó una velada en la que no se trataba de ser un experto, sino de dejarse seducir por los vinos y los platos y su interrelación. Descubrir lo que mejor se adaptaba a los gustos de cada cual y reflexionar por qué. Respecto a esta idea la directora general de la bodega recordó otra frase de su fundador: “Si tienes que hacer un esfuerzo para beber un vino es que ese no es tu vino”.

Por su parte, el cocinero Carlos Parra explicó que el menú estaba compuesto por platos pertenecientes al proyecto “cocina de montaña” que pretende impulsar, desde la asociación de hosteleros de Trevinca (A Veiga) una cocina tradicional con alimentos propios de zonas montañosas pero aportando un toque de modernidad en su presentación y, también, en algunos casos, en su elaboración.

Después de esta introducción, se pasó a la degustación propiamente dicha. El procedimiento fue siempre el mismo: se presentaba el plato y a continuación se probaba con los dos vinos para elegir con cuál consideraban los invitados que armonizaba mejor.

Menú y elección de vinos

La cena comenzó con un “Salteado de Boletus Edulis en aceite de Arbequina con sal Maldon” que casi todos los participantes decidieron armonizar con Godeval Clásico. También hubo quórum con el mismo vino en el segundo plato, “Rosa de huevo trufado con atadillos de patata y tomate confitado”. Sin embargo, el tercero, “Crujiente de muslitos de codorniz y maíz tostado sobre crema de queixo do Cebreiro” reclamó un vino de más intensidad aromática, como el Cepas Vellas, que potenciara los sabores de la carne y el queso. En esta ocasión, todos los comensales descubrieron y subrayaron los diferentes matices en los dos vinos y el cambio de sus sabores, cuando fueron catados según con qué tipo de plato y viceversa, opinión que se hizo patente durante toda la velada.

La primera discusión sobre la armonía llegó con el plato estrella de la cena: “Flor de calabacín rellena de bacalao en su pil-pil”, que llamó la atención por su complicada elaboración. Una parte de los asistentes eligió Godeval Clásico, por ser un vino más suave que permitía captar todo el sabor de los ingredientes, sin embargo, otros prefirieron el Cepas Vellas, que intensificaba los sabores tanto del bacalao como del calabacín.

También hubo división de opiniones sobre el vino que mejor armonizaba con las “Milhojas de lomo de porco celta, calabacín y zanahoria con compota de cebolla y puré de castañas”, aunque, finalmente, el seleccionado fue Godeval Cepas Vellas, que acentuaba la suavidad del cerdo a la vez que resaltaba el puré castañas.

El colofón de la velada fueron dos soberbios postres: “Montonico con crema inglesa y copos de chocolate blanco” y “Tejas de almendra”. En este punto se volvió a derrumbar otro mito, el de que con los postres ya no maridan los vinos blancos y es necesario recurrir a dulces u olorosos.

En cuanto a la selección de vinos en este punto, el dilema surgió a la hora de potenciar o refrescar un postre. Para los más golosos, Cepas Vellas aumentaba sus azúcares, mientras los que preferían sabores más austeros se decidieron por el contraste con Godeval Clásico.

En conclusión, todos los asistentes, aficionados al vino, se sorprendieron de su capacidad, de la que dudaban en un principio, para apreciar los contrastes y detalles que ofrecía cada vino con cada plato, calificando la experiencia de sorprendente. Y es que, en un mundo donde el ser humano tiende a usar los sentidos de la vista y el oído, hay que recordar que el gusto y el tacto están ahí para completar el disfrute de los placeres.

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